Los primeros llamadores fueron creados en la Edad Media y consistían en martillos suspendidos de las hojas de las puertas por la parte exterior. La forma más habitual y más antigua son las argollas o aro siendo de hierro y normalmente estas se unían a una cabeza de bronce. El funcionamiento era simple, golpear con ellas sobre una cabeza de clavo bastante ancha. Los llamadores o aldabas servían tanto para picar para abrir la puerta como de tirador para poder cerrar la puerta.
Los llamadores más conocidos son los de cabeza de león, que eran llamadores que se instalaban antiguamente en las iglesias porque así lo pedía la tradición del derecho del asilo.
Los llamadores en forma de martillo se instalaban más en las casas particulares, los más antiguos eran muy sencillos pero poco a poco fueron cogiendo más peso y se fueron creando llamadores de hierro forjado y de cincelados preciosos, aunque con el paso del tiempo estas aldabas se dejaron de usar y solo se instalaban en puertas de las habitaciones rurales.
Podríamos decir que tanto el llamador como el pomo de entrada es uno de los accesorios que hacen vestir una puerta de entrada de muchos hogares.
En España a fecha de hoy todavía existen muchas puertas de iglesias y casas señoriales con muchos ejemplos de aldabas y aldabones de gran valor artístico.
Aunque muchos pueden pensar que este accesorio es un elemento en desuso, no es del todo cierto ya que en muchos pueblos todavía seguimos instalando este tipo de llamadores teniendo el mismo uso que al principio de la edad media, aunque seguimos la tradición, sí que hemos mejorado la calidad los acabados y los diseños de estos llamadores. Tanto si la puerta de la vivienda es de una casa antigua como moderna, la instalación de este accesorio se hace imprescindible ya que es la forma de poder llamar a la puerta debido a la inexistencia de un interfono como decorativo.